lunes, 30 de mayo de 2011

Sentir...

El reloj no me deja mentir. Son las 12:50. Casa. El que lea esto probablemente piense “no, no son las 12:50 y no estoy en tu casa”. De eso se trata el misterio infinito del espacio-tiempo. El cual encierra una mismidad inalterable para el sujeto que se expresa. Estoy escuchando “The end” de Pearl Jam. Siendo mas preciso, su disco Backspacer. De esto probablemente no haya testigos, asi que queda sujeto al juicio del lector. El cual seguramente se preguntará “¿porqué tendría que dudar de lo que estás escuchando y del punto intrínseco del espacio tiempo en el que te hallas?” Bueno… yo lo haría. Podría dudar de todo. Es complejo definir “lo real”… Tampoco pretendo divagar sobre eso ni caer en el absolutismo absurdo de que nada existe. Principalmente porque no sería capaz de concebir esa idea verdaderamente y tampoco porque no es mi idea oponerme a lo que conocemos como mundo. Se me vienen estas palabras a la mente traídas desde la genialidad de Hegel. "En vez de oponerse estéril y abstractamente al mundo, de lo que se trata es de comprenderlo". ¡Por supuesto! ¡Nada es real! Por lo tanto, si nada es real, si verdaderamente nada existe, no importa si me hago cargo de mis consecuencias, no importa si pretendo hacer algo de mi “vida” ni tampoco si afecto de alguna manera a la “vida” de los demás. Hay gente que es genial… Pido perdón entonces si el hambre, la desigualdad y la exclusión social me parecen muy reales. Pido perdón por querer comprender el mundo antes que oponerme absurdamente. Pido perdón si ver a un pibe golpeado o a una nena toda sucia llorando me interpela… Emmanuel Levinas hablaba de la interpelación del rostro del otro. Al contemplar la cara de esa otra persona reconozco su corporeidad, lo reconozco como SER que ES. Que EXISTE. Que tiene un nombre. Y al reconocerlo en su totalidad de persona, su rostro me genera una responsabilidad, una inquietud por responder la pregunta que me plantea ese SER. Y no podemos permanecer impasibles ante ese YO-SOY que, poseedor de una historia de vida única cuya existencia en ningún punto del espacio-tiempo se va a cruzar con otra ni siquiera similar, es decir que es UNA a través de la eternidad, me pide silenciosamente que lo reconozca como tal con todo lo que eso implica.
Eso nos moviliza, nos invita a ir al encuentro de nuevos rostros que esperan para interpelarnos. Para ayudar a darle un sentido mas profundo a nuestra vida y poder así ayudar a hacer lo mismo con los demás. El trabajo en el barrio te lleva a preguntarte ¿Qué es lo que puedo hacer yo con las herramientas que tengo? Lo importante es estar en búsqueda. Hacer lo mejor que podamos en las circunstancias que nos tocan vivir. Eso fue y es lo que hacen muchas personas en el silencioso e ingrato anonimato. Pero que vale el doble. Y pienso en Jesús. No en el personaje divino. Sino en ese tipo, plenamente humano, que fue carpintero y vivió humildemente, que pisó barro toda su vida; el barro de los pobres, de los marginados, de los excluídos. Hablo de ese Jesús que fue un revolucionario y que llevó sus ideales hasta las máximas consecuencias, como muchos otros después hicieron. Perdón, pero no puedo encontrar algo más humano que eso. Ahí es donde tenemos que estar, en ese barro, en esos lugares abandonados y marginados por la desigualdad. Luchando para que haya aunque sea un poquito más de justicia. Y aunque parezca que lo que hacemos nunca alcanza, nunca basta y aunque parezca que encima las cosas se ponen peores. Mugica decía “perdoname por haberme acostumbrado a chapotear en el barro. Yo me puedo ir, ellos no.” El grito silencioso que encierra esta frase… Una cosa es ver como se vive a 60cm de la vía, y otra muy distinta es VIVIR a 60cm de la vía. Hay que ser conscientes de esto. Una fuerza superior nos puso en un lugar determinado para que hagamos algo. Nos puso a nosotros y no a otra persona. Y eso también motiva a responder y a comprender que es lo que tengo que hacer. Hay lugares donde el solo hecho de vivir ya es un sacrificio, una lucha diaria. En un ambiente donde hay tanta violencia, tanta destrucción, tanta no-vida es muy difícil saber que se puede hacer. ¿Cómo hago? ¿De que manera? ¿Cómo explicar que nos pueden sacar todo menos la ultima de las libertades? Elegir. Lo ultimo que siempre nos queda. Nadie me puede obligar a amar ni a odiar. Bajo ninguna circunstancia. Y así como no nos pueden obligar a eso, tampoco nos pueden obligar a muchas otras cosas, porque somos dueños de nosotros mismos, porque en el último reducto de nuestra libertad nos queda la elección. Pisemos barro. Pero no nos acostumbremos, al barro, al hambre, a la injusticia, a la exclusión. Por favor, no nos acostumbremos. Porque si lo hacemos vamos a tener una cabeza que piense mucho pero un corazón que no siente. Y hoy en día, se piensa más de lo que se siente. No pensemos TANTO, hagamos el esfuerzo de sentir un poco más. Porque en definitiva es lo que nos hace más HUMANOS. Sentir. Mirar al otro. Reconocerlo. Llamarlo por su nombre. La vida es tan simple que a veces se nos complica demasiado. Y no nos olvidemos que estamos de paso. ¡Entonces no nos guardemos nada! ¡No se repite el plato! ¡No hay segunda vuelta!
“La vida es una obra de teatro que no permite ensayos... Por eso, canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida... Antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos.”
Charles Chaplin.
Buena semana.