Siempre se me da por escribir a esta hora… Se ve que las musas se van de joda y rondan por ahí en busca de alguno… Escribo sin alguna emoción en particular. Es decir, nos estoy deprimido, no estoy enamorado, pero si estoy vivo. Me siento vivo como pocas veces. Y eso es bueno.
"Siempre oí que tu vida entera pasa en frente de tus ojos un segundo antes de morir. Primero que nada, ese segundo no es para nada un segundo, se estira para siempre, como un océano de tiempo. Para mí, fue estar echado de espalda en el campamento de Boys Scouts, viendo las estrellas fugaces caer. Y las hojas amarillas de los árboles de arce alineadas en nuestra calle. O las manos de mi abuela, y la forma en que su piel se me parecía al papel. Y la primera vez que vi el nuevo Firebird de mi primo Tony. Y Janie… y Janie. Y Carolyn. Supongo que podría estar enojado con lo que me pasó, pero cuesta cuando hay tanta belleza en el mundo. A veces siento como si la viera toda a la vez y es demasiado. Mi corazón se llena como un globo que está a punto de estallar... Y entonces recuerdo que tengo que relajarme y no intentar aferrarme a ella, y entonces fluye a través de mí como la lluvia y no puedo dejar de sentir gratitud por cada simple momento de mi estúpida y pequeña vida... No tienes idea de lo que estoy hablando. Pero no te preocupes... algún día la tendrás."
Belleza Americana (1999).
Muchas veces me interrogo a mi mismo por la finitud de la vida. En esos momentos en los que me encuentro a solas conmigo mismo es cuando se me vienen preguntas tan profundas. ¿Qué es la muerte? ¿Qué sucede concretamente después de ella? ¿Qué dirá verdaderamente Chewbacca cuando habla? La última es todo un misterio. El blog es tan genial, me permito desvariar sin importar que alguien le irrite, si total nadie está obligado a leer ni es “tan público”.
Volviendo. ¿Quién no se ha hecho estas preguntas? Y el problema es que las personas tratamos de buscarle una explicación racional a todo. Y no está mal, si lo desconocido nos asusta y nos molestan las cosas que nos asustan, por ende queremos develar la cuestión.
Lo cierto es que uno no sabe cuando ni cómo va morir. En este momento puede ser que un avión entre por mi balcón y deje inconcluso este pensamiento o puede que no. Se van a enterar si lo posteo. Por suerte no vivimos perseguidos sobre el momento de nuestra muerte. Es más, creo que nos sorprende en el momento menos pensado. Y ya me veo ahí… con cara de “yo no fui” en el instante en el que sorpresivamente atravieso un parabrisas. Y en ese instante eterno estoy seguro que en algún lugar voy a divisar a La Parca (así como aparece en las películas) golpeando desaforadamente la pared con la palma de la mano gritando “¡Pica Mariano!”. Después pueden pasar muchas cosas. Ninguna de las cuales uno puede estar seguro. ¿Qué pasa cuando cerras los ojos por última vez? Los católicos suponemos que vamos junto al Padre. Por mi lado pienso que eso se puede interpretar de varias maneras. Lo cual me sugiere otras preguntas. ¿Se sigue SIENDO? ¿Cómo es entonces ese SER? Porque si hay algo que podemos estar seguro es que va a ser distinto a la vida terrenal que vivimos. Llega un punto que ante la naturaleza oculta de la muerte uno se termina frustrando y desiste en el pensamiento.
Por otro lado pienso que no importa como o cuando morís, sino como vivís. La muerte debe ser una de las pocas cosas para la que no existe preparación alguna, pero creo que si en vida uno logró las metas que se fue fijando, fue dándole un sentido a todo lo que hacía y vivía, probablemente afronte con mas serenidad el momento de su muerte. Como quien sabe que hizo lo que tenía que hacer. Con esa paz del que no debe nada. Y sabiendo reconocer lo hermosa que es la vida y todas las posibilidades que nos dio y que nos da. Poder contemplar la belleza del rostro de otra persona, de sentir el calor de su proximidad o experimentar como sus palabras viajan directamente al alma y me develan un mundo de sentimientos que nos hace ver la vida con otros ojos. Porque creo que en el amor la persona se encuentra en intimidad con el otro, trasciende la persona física para contemplar el ser espiritual, lo más esencial y puro de la existencia. Y en ese amor (no sólo el de la pareja) es donde se entiende la belleza de la vida y la muerte parece muy lejana. A eso se refiere Kevin Spacey en Belleza Americana (la volví a ver hoy por décima vez más o menos) cuando habla de la belleza. “Y entonces recuerdo que tengo que relajarme y no intentar aferrarme a ella, y entonces fluye a través de mí como la lluvia y no puedo dejar de sentir gratitud por cada simple momento de mi estúpida y pequeña vida”. Creo que en ese momento, en ese segundo interminable uno está más allá de todo. Y al contemplar esa belleza que formó parte de nuestra vida y entenderla como autorrealización y no como algo que pierdo o dejo es lo que da tranquilidad y nos permite “dejar que fluya como la lluvia” y agradecer por todo lo vivido. Agradecer sinceramente, sin esperar que venga algo más o que nos den otra cosa. Las personas irremediablemente tienen una porción de egoísmo y egocentrismo. Y pedimos y queremos. ¿Qué queremos? La tumba majestuosa, el Palacio de Cristal del Hacedor, el Perfecto y Sempiterno Orden. ¿Y que hubiera pasado si no hubiéramos imaginado o no nos hubieran hablado de estas promesas? No pediríamos nada… Y hubo y hay gente que no pidió nada de esto… sino que enfocaba sus esfuerzos en otras cosas. En luchar por ideales y principios en pos de los demás.
Es decir, no creo que haya que estar pendiente de ganarse el cielo o la salvación (o lo que se crea según la religión). Hay que vivir fiel a los principios que se ostentan sin ser indiferente a la belleza de la vida que nos rodea. Y esa belleza básicamente está en los demás. En el llanto, en la risa, en el abrazo, en el golpe, en la mirada, en la palabra. En hombres, mujeres, niños y ancianos. El mundo entero es una vorágine de belleza que se ordena ante la contemplación de la misma bajo el amor.
Y al vivir la vida de esta manera, la muerte pasa a un plano casi insignificante, y eso que convivimos con ella. Por eso no basta con pensar en la muerte, sino que hay que tenerla siempre delante. Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre. Es así, no tratemos de entender lo inentendible, no intentemos barrer un sótano que es imposible de limpiar. Como dice la película al final, algún día lo entenderemos. Y sabemos cual va a ser ese día.
Por eso vivamos lo más intensamente que podamos, total, el cielo puede esperar.
“La vida son dos tragos y un porrón”. Un queridísimo amigo.