lunes, 9 de enero de 2012

"Chante Noire"

 
"Se puede vivir una larga vida sin aprender nada. Se puede durar sobre la tierra sin agregar ni cambiar una pincelada de paisaje. Se puede simplemente no estar muerto sin estar tampoco vivo. Basta con no amar, nunca, a nada, a nadie. Es la única receta infalible para no sufrir.Yo aposté mi vida a todo lo contrario".

Cada uno en su nube. Una metáfora que nos refleja como sociedad de masas. O podría decirse que nos indica que cada persona es una isla. Como si los hombres de hoy pudieran vivir solos, acompañados por una palmera, con la única esperanza de que algún barco aparezca en el horizonte.


Nube o isla, son también signos de tranquilidad, paz, silencio, calma… Signos que pueden ser positivos… o no. Quizás lleven al desencuentro con la otra persona. Esa carencia del otro, el que me acompaña, el que me da una mano, el que me interpela, pero me ayuda a superarme.


Se dice que cuando dos personas se quieren, se lastiman y se curan. ¿No es un contraste absurdo para la persona? ¿Una burda contraposición? Seguro que si… Pero, amigos… De eso se trata. De lastimarse y curarse, de hacerse bien y hacerse mal. Es lo que sucede también cuando nos abrimos a una nueva relación. El verdadero encuentro con el otro, profundo y eventual, nos muestra auténticos. Nos deja con el corazón abierto en la mano. Así quedamos expuestos a la decepción, a la falsedad, a la ridiculez. Como todas esas sensaciones nos causan miedo, tendemos a cerrarnos. ¿Quién quiere que lo lastimen gratuitamente?


Sin embargo, necesitados del otro, insistimos. Hay que rehusarse a que el miedo paralice. Seamos disidentes de esta logia de arlequines de la que se vale la trashumante sociedad en la que habitamos, la cual no deja de burlarse de aquellos que tienen miedo a comportarse como una gran masa, cuya dirección no puede ser otra que la autodestrucción del Ser-en-Otro. Insistamos frente a la voraz depresión que nos consume al darnos cuenta de que estamos quedando aislados en una isla o suspendidos en una nube eterna.


“¿Qué pasa en tu nube?” podría ser la primera línea de un diálogo. Iniciar esa ida y vuelta no implica sólo estar CON el otro sino también estar HACIA el otro. Escucharlo, no esconder, esperar. Para que esa comunicación sea recíproca voy a necesitar mucha aceptación del otro tal cual es. No tal cual SE MUESTRA, sino lo que su esencia completa en mí. Esto es lo más complicado. “Presumir del silencio”. Llegar a mi amigo, a mi compañera, al otro verdadero, supone conocerlo bien. Y es gracioso (irónicamente) y vano recurrir a palabras que no son nuestras y que parecen lindas, pero en realidad, suenan huecas.


Lo maravilloso de la creación reside en que el hombre es limitado, incompleto… Por eso vivimos junto a otros en comunidades, grupos, tribus…

“¿Qué ocurre hoy en mi nube?” Seguramente lo mismo que a muchos otros. Sacalo afuera, exprésate. Es innegable que a alguien, no tan lejano, le pasa lo mismo que a vos. Y quizás, en vez de enfrentar sólo el dolor, es posible descubrir que en la nube vecina alguien viene a sanar heridas.



"Pero un día descubrí que todavía podía hacer algo
 para estar completamente vivo antes de estar definitivamente muerto...
Entonces, me puse en movimiento".