miércoles, 6 de marzo de 2013

"El domingo fue el día más triste..."

Ésta es la convicción, ésta es la esperanza. Cante el alma de pie, y vuelva a luchar. Dios libera historias.

Carta escrita por una comunidad eclesial de una diócesis del Gran Buenos Aires.

Había una vez un barrio muy pero muy tranquilo. De tan tranquilo llegó a ser aburrido. Hasta que llegaron unos curitas misioneros y nos comenzaron a reunir y a conversar sobre el barrio. Visita va, visita viene y entre mate y torta frita fue llegando la gente. Cada uno con su historia. Los curitas pusieron la Biblia y nosotros nuestra fe. Y así se fueron formando las comunidades... 

Nuestra parroquia se llama Cristo Obrero. Muy humilde. Techo de chapa, las paredes sin revocar (nunca soñamos con algo superior). Eso sí: mucho calor humano. Lugar de reunión de los domingos: la Misa, reunión de formación de Catequesis, Consejo parroquial... ¿Y el resto de los trabajos? Todos en el barrio: encuentros bíblicos en casa de Doña Rosa, misión casa por casa, empanadas para juntar fondos para Doña Juana que está internada, canasta comunitaria para Gustavito que más tarde fallece de un tumor en el cerebro con 19 añitos. Y junto a la vía, Teresa, portadora de sida con ocho criaturas.

- ¿De dónde son ustedes?- nos pregunta la gente.
- Somos de Cristo Obrero -es decir de la parroquia, representada por la comunidad.

Hoy somos un barrio pobre que sufrimos el desempleo, la marginación, la corrupción y lo peor: la violencia.
Jesús un día dejó un mensaje: "Yo soy el camino... la luz... la vida". Pero nos explicó: al que me sigue no le será fácil... Y nos llegó a nosotros.

Un día nuestros curas se reunieron y con mucha diplomacia nos dijeron: - "Ustedes ya maduraron, están unidos, tienen la fe muy clara. Hay lugares donde nos necesitan más que ustedes". Para hacerlo corto: se fueron.

Año 1999. Llegó el nuevo sacerdote. Nos dijo: "Todos los trabajos se hacen en la parroquia. Nada en el barrio. Todo lo que se recaude en la misa de los sábados será para colocar cerámica en los nuevos salones. El techo se cambiará..."

El domingo fue el día más triste. Nosotros que estábamos acostumbrados a compartir el Evangelio con el sacerdote, de ahora en más escuchamos su discurso, según el ánimo que trae.

Eso sí. El altar está lleno de ministros. El cura en el medio. Ahora tenemos un misa parroquial...
Doña Clara nos dice: "el sacerdote nos dijo que no hay más comunidades porque es perder el tiempo".
Nuestro obispo, en una homilía nos dijo: "Ustedes no son asistentes sociales. Uds. Son asistentes espirituales...".

Esto sería largo de contar. Pero podemos decir que no es un sueño, es una realidad. Claro que dimos un paso: no nos podemos quejar porque vamos a tener una parroquia de lujo...
Nos preguntamos: ¿Es que una autoridad eclesial puede romper con todo este trabajo que veníamos realizando?

Reciban un abrazo.

                                           Comunidad Nuestra Señora de Luján


No quisiera agregar mucho más, pero me pregunto... Si "hacer comunidades es perder el tiempo" como dijo este cura...

¿Entonces tenemos que ignorar el surgimiento del cristianismo popular a través del cual el pueblo, marginado en la sociedad y en las Iglesias, expresa su fe y alimenta el encuentro con Dios?
¿Es acaso posible? ¿Será que en Medellín, en Puebla y en Santo Domingo los curas se juntaron a jugar a las cartas?

Perdón, pero ¿como no pensar en un cristianismo comunitario, que tiene en las comunidades cristianas de base su concreción mas coherente? En estas comunidades, ademas de favorecerse la vivencia de la fe como impulso para la transformacion de la vida, se produce el encuentro entre el evangelio y la realidad de injusticia, de donde nace el ansia de liberación.

De las comunidades es desde donde debe surgir un nuevo perfil de cristiano: un cristiano ecuménico, democrático y militante en favor de una nueva sociedad y, dentro de ella, de una nueva Iglesia.

Hace más de 30 años que venimos hablando de Nueva Evangelización sin que el mensaje cale lo suficientemente hondo en el corazón. ¿No nos pide, esta Nueva Evangelización, que el propio pueblo, pobre y creyente, lleve adelante el proyecto del Evangelio y de esta manera ser Pueblo de Dios? ¿No proyecta la Nueva Evangelización una utopía de hombre y mujer nuevos? ¿Una liberación? Entendiendo la liberación como la nueva integración del ser humano en torno a los valores de libertad, creatividad y relacionalidad, elevándolo por encima de todo aquello que lo oprima y lo deshumanice, vamos a tener que aceptar que la liberación evangélica será plena si se articula con la liberación social.
Lo que Dios quiere y ama no es, ante todo, a la Iglesia, sino una nueva sociedad, dentro de la cual debe situarse la Iglesia. La Nueva Evangelizacion sólo sera nueva si es capaz de crear un cristianismo de comunidades. 


"Evangelizar, en algunos contextos, supone salvar la vida de los pobres".