lunes, 31 de diciembre de 2012

"Recordando como vivir..."

                                                  "Mi extenso corazón es una ofrenda que                                                    pierde sangre en esta calle cruda."

Este año mi vida osciló entre los dos extremos de un péndulo muy particular. Entre el olvido y el recuerdo. Pero me refiero al olvido de cosas esenciales. Aquellas que son tan simples, que se encuentran tan a la vista, que no somos capaces de distinguirlas con facilidad. Esas cosas que al recordarlas repentinamente nos damos cuenta que se nos pasa la vida mientras perdemos la oportunidad de ser protagonistas de nuestra propia historia.

Vivir la vida intensamente implica reconocernos como forjadores de nuestro camino. Ciertamente hay muchas personas que nos ayudan a señalizar el camino, a delimitarlo, a hacerlo transitable y a transitarlo. Pero somos nosotros quienes decidimos si ponemos en movimiento nuestra propia historia o simplemente contemplamos como se convierte en un relato impersonal.

El olvido nos indica que, previamente, hubo una noción. Algo que sabíamos, que conocíamos y que por determinadas circunstancias dejó de formar parte de nuestro espectro emocional. Y el recuerdo es, muchas veces, el reencuentro con uno mismo y con los demás, el alejamiento del anónimato; el arrojo conciente al protagonismo de la propia historia, de la propia vida.

Considero a la historia como algo esencial. Por eso la nombro con insistencia. Interpretándola es que la vida puede pasar a ser existencia. Es decir, tener un propósito; no solamente ser, sino estar; ocupar un espacio con una finalidad. Finalidad que se configura y se determina a través del encuentro fraterno con el otro. Historia, olvido y recuerdo se cruzan en el reconocimiento y en el encuentro con el otro.

Confieso que he olvidado, que olvido y que, seguramente, seguiré olvidando. Mientras más intento poner atención en las cosas simples, más de vista las pierdo.
Es gracias a los demás que puedo recordar y, por ende, seguir protagonizando mi historia.


A lo largo del año hubo muchas situaciones que me ayudaron a recordar, a recuperar la memoria...

Fue cuando vi la dedicación, el esfuerzo y la alegría que expresaban y demostraban mis colegas cuando recordé que educar es una vocación; es cosa del corazón.

Fue cuando, a mediados de Julio, trabajé codo a codo y por largas horas con mis coanimadores y hermanos de la vida cuando recordé que hay algo que nos hermana incluso hasta después de la muerte: la encarnación del Evangelio.

Y cada vez que pisaba barro, que reía y lloraba compartiendo la vida en Ludueña, recordaba que hay una Escuela de la Vida y que no me alcanzarán los años para aprender. Y también recordaba que el Reino es una realidad que exige la restauración de la justicia social.

En otra ocasión, recibí un regalo totalmente inesperado en mi cumpleaños. Se me rompieron los esquemas y recordé lo acertado que estuvo el viejo cuando dijo que no basta con amar, sino que es necesario que se den cuenta que se los ama. Y recordé que amo intensamente. 

Fue un viernes a la tarde que me recibieron con los brazos abiertos que recordé que cuando una puerta se cierra, otra se abre.

Otro día recibí un abrazo y recordé que no hacen faltas palabras para hablar el lenguaje del corazón.

Escuché expresiones que me hicieron recordar que las palabras si pueden cambiar el mundo.  

Cuando lloré en la despedida de un hermano pude recordar que viví y compartí intensamente la vida con él. Y recordé a muchos otros. 

En Febrero recibí una sorpresa que de pronto me hizo recordar que hay gente que ama profundamente. Y me sentí amado. 

Fue cuando un profesor me demostró que se puede ser profundamente intelectual y completamente pedagógico cuando recordé lo que implica mi vocación.

En el día de mi cumpleaños, al ver donde me encontraba celebrándolo, entre quiénes estaba festejando, y las sorpresas que recibí, fue que recordé que cosechamos lo que sembramos. Y no pude hacer otra cosa más que agradecer.

Y cuando escuché a un cura, en Ludueña, decir "ni una muerte más de uno de nuestros jóvenes" recordé que muchas veces hay vidas en nuestras manos. Y me pregunté si podía con semejante responsabilidad. 

He recordado muchas cosas. Y al recordar me di cuenta de lo fantástico de la vida; sus infinitas posibilidades, sus acontecimientos extraordinarios. Sucesos que nos enfrentan a lo que somos, y que nos configuran como seres capaces de... todo. Llorar, reír, gritar, saltar, amar, destruir, crear... Y la lista sigue. ¡Nuestra potencialidad es infinita! Podemos destruir una vida, podemos salvarla, podemos soñar... Podemos... Lo que sea... En la medida que asumamos el protagonismo de nuestra propia vida.

Por eso me di cuenta que olvidar no es malo... El olvido antecede al recuerdo, es lo que nos pone en una situación dinámica que nos lleva a tomar el timón de nuesta vida.

Ah.. Un día recordé que podía recordar. Y me puse en movimiento.


"Yo sé que el corazón que está latiendo en cada uno es una senda pedregosa."


lunes, 3 de diciembre de 2012

"Lo que guarda el corazón..." (La Escuela de la Vida III)


“Sólo el amor engendra la maravilla. Sólo el amor convierte en milagro el barro.”


Debo decir que no me agradan las despedidas. Para nada. Son tristes. Son, en muchos casos, hasta un poco crueles. Aún así tienen algo de fantástico, casi místico. Nos muestran lo que guarda el corazón. Nos traen el pasado, vivo e intenso, ante nuestra mirada. Pasados de alegrías, de tristezas, de esfuerzos, de entregas, de Dios.


No puedo decir que el sábado 1 de diciembre de 2012 fue un día normal en mi vida. Reviví recuerdos demasiado intensos como para que lo sea. De repente ahí estaba el pasado, mirándome a la cara, mostrándome que el presente que vivimos es fruto de una historia que forjamos. Ese pasado que me desafiaba  a contradecirlo, como si yo pudiera negar el camino de sacrificio y de esfuerzo que recorrimos junto a la comunidad de Luján. Ese camino que hemos transitado con profundo amor, codo a codo, hermanados por la lucha y la certeza de que ningún pibe debe sufrir injustamente. Hablo de esas nuevas páginas del libro del Oratorio de Luján que se empezaron a escribir hace dos años y medio y que hoy en día se encuentran repletas de correcciones, de notas al pie, de borrones; pero que constituyen una historia escrita a trazo firme que se sigue escribiendo en el día a día.


El sábado, en nuestra casita de Luján, después de compartir una tarde de fiesta en la plaza de Pocho, celebrábamos y compartíamos los últimos momentos de Choco en el Oratorio. Choco, mi amigo, hermano y compañero. Aquel que transitó este camino con fuerza, empuje y alegría. El que no se desanimaba por nada, el que recorría ranchos visitando familias e involucrándose en sus vidas con verdadero interés. Aquel con el que sufríamos juntos cuando los pibes se “morían” un poco más con la droga. El que nos enseñó a hacer maravillas desde la sencillez.


Choco fue, es y será parte de esta historia. Esta historia que tiene otros nombres que traje a la memoria mientras la celebración se cerraba. Personas que permanecen en nuestros corazones, en el de los pibes, en el de las familias.

Y recordé a David. Mi hermano del alma. El que Dios eligió para dar vuelta la página del Oratorio y empezar a construir de nuevo. El que nos animaba y nos guiaba; el que soportaba toda la presión. El que tenía un corazón de oro para con los pibes. David, Gustavo (otro que estuvo en mi memoria) y yo solíamos recorrer el barrio casa por casa todos los días de Oratorio, mientras nuestras madres/abuelas de la vida, Ana y Raquel nos acompañaban a paso firme y sereno. Esas caminatas por la vía son imborrables. Como las celebraciones en la casa de las familias, los festejos del día del niño y las fiestas patronales.


¿Cuántas risas habré compartido con ellos? ¿Cuántas horas de trabajo? ¿Cuánta vía desandamos?


Con ellos hemos construido. Quizás fue poco, quizás es sólo un minúsculo aporte a la luz de las necesidades del barrio. Pero han dejado una parte de su vida en Ludueña. Han dejado una parte de si mismos en las cruces de Luján. Soy testigo de que han vivido intensamente lo que les tocó vivir. No permanecieron impasibles ante la violencia ni el sufrimiento. Sino que intentaron dar respuesta desde donde podían.

Cada persona de nuestra comunidad ha aportado su parte para poder crecer juntos. Entre todos vamos construyendo un lugar enriquecido por el compromiso y el trabajo de los que hacen del Evangelio un testimonio concreto de vida. Y cuando digo “lugar” me refiero a una palabra que no está escogida al azar. Un lugar no implica únicamente un espacio físico.


Un lugar es un espacio marcado, con límites señalados, que confiere identidad a los que participan de él, o sea, que le da un nombre significativo y que le impone marcas sociales que lo hacen distinto de otros y distinguible por parte de los demás. Es donde se dan relaciones cara a cara entre los distintos miembros. El lugar está fuertemente relacionado con la identidad y con la historia, es allí donde nos encontramos en nuestra plena humanidad.


Luján es un lugar. Que tiene una historia mucho más larga que la que hemos vivido nosotros. Historias de sufrimiento, de violencia, de muerte. Donde seguramente han pasado muchas personas que, abriendo el corazón, dejaron una parte de si allí.


Y entre ellas está Choco y también David. Los que han luchado constantemente para que nuestro “lugar” no se convierta en un “espacio”. Las palabras no me alcanzan y jamás me van a alcanzar. Este es un burdo intento de dar gracias por la vida compartida. De dar gracias porque he visto con mis propios ojos, como han hecho mediante gestos, actitudes y palabras que el barro se convirtiera en milagro. Los he visto amar a los pibes, a sus familias, a los animadores. Y eso lo guardé en mi corazón. Al igual que sus presencias. Porque lo que nos une es de aquí y es eterno. Es el Reino. Es la convicción de que nadie debe sufrir injustamente.


Seguimos compartiendo con los demás animadores esta misión. Somos todos constructores. Pero hoy mis pensamientos están dedicados a aquellos que acompañan a nuestra querida comunidad desde la distancia física y desde la cercanía del amor y la oración.


Habrá más sábado como este seguramente. Días en los que la tristeza se mezcla con esa inexpresable sensación de dar gracias por cada mísero segundo de esta vida. Esos días de los que te das cuenta lo que guarda el corazón.



"Lenteja, parece lenteja, para cuando para cuando se va avivaaaaar. Difícil, parece difícil, pero un día, pero un día lo va a lograaaar". 

lunes, 16 de julio de 2012

"¡Queremos ser libres!" (La Escuela de la Vida II)

                                                                                                              Búsquenme, me encontraran                                                                                                                           en el país de la libertad.  
¡Queremos ser libres!

Una frase que encierra una contundencia tal que es capaz de derribar cualquier tipo de relativismo. Una frase que irremediablemente ocasiona un escalofrío por todo el cuerpo.
Una frase que fue pronunciada un 9 de Julio pero que nada tenía que ver con la conmemoración de la Declaración de la Independencia. Una frase que aloja un grito desesperado, desgarrador y que interpela hasta la médula. Y por último, una frase que fue pronunciada por un chico de 14 años que quiere ser libre.

¿Tiene la significancia que le atribuimos al concepto de libertad? No sé. Tampoco me interesa. Hay otra cosa de fondo, mucho más importante como para ponernos a discutir que es o que no es la libertad. Porque ya no podemos quedarnos en conceptos, en teorías, en los papeles. Porque si quiero puedo decir que la libertad reside en la capacidad de optar, de discernir entre dos o más cosas. Pero hay personas que no eligen ser espectadores (en el mejor de los casos) de un tiroteo que interrumpe la charla con amigos. Ni tampoco eligen ser víctimas de un robo o de una agresión o de tantas otras cosas que se sufren. Y en Ludueña esto es moneda corriente. 

El entorno condiciona de una manera terrible. Alguno podría decir que aún así hay libertad. Que se puede seguir eligiendo. Claro que si. La última de las libertades, que es elegir, siempre la tenemos. Pero un entorno así, deshumaniza. Y si la libertad es propia del hombre, cuanto más se deshumanice este, menos libertad posee. 
¡Queremos ser libres! “Hay quienes desembarcan ardiendo con un grito, sin barcos y sin armas por la vida”. ¿No es esto un grito? ¿Un grito pacífico? Si. Pero que encierra un ardor y fuerza arrolladora.
¡Queremos ser libres! De la droga, de la violencia, de los vicios, del hambre, de la exclusión, del frío, del dolor, del sufrimiento. Es decir, libres de la pobreza, que deshumaniza y que acarrea todos estos sufrimientos a la persona. “Mientras esto pase no habrá gloria. Es arena que se escapa entre los dedos”.

Es preciso responder a esta realidad que nos interpela. Hace poco más de 2000 años un flaquito que se llamaba Jesús provocó entusiasmo entre los más pobres y humillados, entre los últimos de los últimos con el simple hecho de demostrar que había alguien que se preocupaba por ellos. Habitaba con ellos, se sentaba a la misma mesa, compartía las mismas miserias. Liberaba el alma y el corazón con su mirada y su palabra. Este fue su Reino. Un reinado cuya preocupación es (fue y será) liberar a las personas de cuanto las deshumaniza y las hace sufrir. Un Reino que responde a lo que más desean: vivir dignamente. Un Reino que no se estableció para destruir a las personas, sino a las estructuras de poder y a los sistemas deshumanizadores por medio del anuncio y la denuncia. 

Y aquí reside la cuestión fundamental que es lo que nos lleva a meditar nuestro accionar: Lo primero para Jesús fue la vida de la gente, no la religión. Toda su actuación estuvo encaminada a generar una sociedad más saludable. No excluyó a nadie. Pudo ver como vivía la gente en las aldeas, conoció el hambre de los niños desnutridos, vio llorar de impotencia a los campesinos que se veían despojados del fruto de su trabajo por los cobradores de impuestos. ¡Oh! ¡Qué extraña coincidencia! Estamos viendo y viviendo las mismas cosas. Después de tantos años y en una tierra distante, pero que también sangra y llora. El centro de nuestro accionar debe ser la vida de las personas. Actuar con ellos y no sólo para ellos. Desde la vida concreta e individual de cada uno es desde donde se debe hacer el milagro. No vayamos con dogmas, con preceptos, con libros en la mano. Propongamos un encuentro de persona a persona. Un tú a tú donde no se marque la diferencia, sino donde se dé el diálogo sincero entre individuos. Donde se restablezca tanto mi dignidad como la del otro. No hay otro camino. En Misiones me dijeron una vez: “¿Querés conocer a una persona? ¿Querés entender como vive? Bueno, ponete a tomar mates con esa persona por un par de años y recién ahí vas a empezar a entender”. Partamos de la persona y del encuentro sincero con ella. Y en este trabajar es preciso dejar de lado las diferencias. “Hay alguien que bendiga esta hermosa comunión de los que pensamos parecido. Somos los menos, nunca fuimos los primeros…” Pensamos parecido, no igual. Y en ese pensar parecido entran pequeñas diferencias que se agrandan a la hora de actuar. Y ya que somos pocos entendamos que si no hacemos comunión nada de esto va a tener buen puerto. Por lo menos acordemos la base. Y la base del Reino implica un compromiso de profundas consecuencias de orden político y social. No puede la religión ser un obstáculo en la liberación del hombre. Tampoco el partidismo. No hay derecha o izquierda, hay arriba y abajo. Oprimidos y opresores. No hay ningún santo, eso lo sé. Todos oprimen a su manera y en mayor o menor medida. Pero no para todos se hace justicia. No todos son libres en las mismas condiciones. 

Y es preciso comprender también que hay una historicidad que trasciende y subyace la historia de cada persona, de cada comunidad y de cada barrio. “Creemos que la historia se hizo en un minuto”. Muchas veces no somos conscientes de que hubo muchas personas que en un pasado trabajaron y estuvieron en la misma que nosotros. En la historia, el presente se entronca con el pasado y encuentra significación en él. No puedo renegar de las costumbres y de la historia de cada persona. No puedo pretender lograr una inculturación del evangelio (entendida como buscar lo bueno que tiene cada cultura para trabajar a partir de eso) si no conozco el pasado. Y eso que nosotros somos los grandes desmemoriados de la historia. “Matamos en la guerra y en las calles (y billetes) hoy tenemos viejos monumentos de asesinos”. Aunque no parezca, el pasado es absolutamente modificable, porque sirve a los intereses y de lo contado habrá siempre otra versión. Busquemos la verdad. Hay pasados que son innegables. Pasados de pobreza y muerte que se entroncan con el presente y se nos muestran con inusitada violencia ante nuestros rostros.

El Reino es una realidad que exige la restauración de la justicia social. Y esta restauración debe hacerse a partir del encuentro fraterno, de la historicidad, de la inculturación, de la mirada y la palabra, de la comunión. Todo esto lleva a la liberación, a la humanización, al innegable hecho de que todos debemos ser igualmente dignos. Sondeando en la historia nos daremos cuenta de que hubo muchos que gastaron su vida en esto. Algunos al punto de entregarla, de ser asesinados. No hay nada más hermoso que llegar al último momento y poder decir que hemos gastado la vida. Ni la muerte ni el dolor pueden deshacer lo hecho. No pueden destruir ni una idea ni un sueño. Cuando se queman las ideas quedan cenizas en la cabeza. Anunciemos y denunciemos. Es la única manera de reconocer el pasado en el presente que se actualiza a cada momento. Es la manera de escribir el futuro.

¡Oh! ¡Juremos con gloria vivir!

domingo, 8 de abril de 2012

"La Escuela de la Vida..."

Escuchando “Cinco Siglos Igual” de León Gieco. América, tierra despreciada y oprimida.

Mi idea era dedicarte algunas líneas… Expresar lo que siento, lo que pienso… Decirte muchas cosas que sé que no vas a leer nunca. Probablemente tampoco te interese mucho. Y sinceramente, tampoco yo sé si me importa que las leas… ¡Teniendo en cuenta todo esto, no voy a escribirte nada y voy a hablar de cosas mucho más importantes! Otro ejemplo de que la vida es tan simple que la complicamos a propósito… Ja!.-



Rosario. Abril de 2007. El 129 se detiene en la esquina. Junín y Camilo Aldao. Barrio Ludueña. Una persona desciende esperando encontrar a alguien que lo haría esperar varios minutos. Sin saber que hacer aguarda pacientemente en la vereda. Al cabo de cierto tiempo recibe un llamado. Tendría que desandar las dos cuadras que lo separaban de su destino. Ahora que disponía de las indicaciones apropiadas para dar con el lugar caminaba con seguridad. Como en cualquier barrio, los pibes jugaban en la vereda con soltura. La pelota rebotaba de un lado hacia el otro despertando sonrisas en los participantes del juego. La mañana se presentaba agradable bajo un sol radiante. Gente sentada en la vereda cerca de las puertas de sus casas, tomaba mate y acudía al espectáculo. Paradójicamente, eran espectadores de lujo pero no demostraban demasiado interés en el juego de los más chicos. El joven observaba todo esto mientras desandaba los últimos pasos hacia su objetivo, desconocedor de las heridas de Ludueña, barrio sufrido y entrañable. A mitad de cuadra se encontraba la pequeña capilla de Santa Rita. Ornamentada con objetos de fundición, muestra fehaciente del anterior uso dado a la estructura, era el sitio que albergaba a todos aquellos que deseaban prepararse para la comunión. Y desde ese día, en el encuentro semanal con los chicos desde la catequesis y el Oratorio, la escuela de la vida daba inicio.

Rosario. Sábado 7 de Abril de 2012. Barrio Ludueña. Plaza José Mármol. Conocida popularmente con el nombre de Plaza Pocho Lepratti. El mismo joven de años atrás se encuentra conmocionado por la imagen. Más de cien pibes del barrio comparten una tarde de juegos y, principalmente, de vida. De la vida que a diario ven interrumpida por la violencia, la droga, el alcoholismo, el robo. Las cruces que hoy en día mucha gente, no sólo de Rosario y de Argentina, sino de toda Latinoamérica debe cargar a cuestas en respuesta a un sistema económico opresor. También, en parte, por una sociedad que no toma consciencia ante los arrebatos de los que están en el poder y de esta manera permite la crucifixión de tantos pibes, de tantas personas.

Continúa la tarde. Los chicos juegan con alegría, con libertad, disfrutando cada momento. Vendría el momento de la merienda, que no comenzaría sin antes presenciar una representación teatral a cargo de los animadores. El mensaje central, por supuesto, era la resurrección de Jesús. A la fiesta ya no le faltaba nada más, solamente continuar con los juegos que los chicos mismos pedían.

Porque en los contextos de pobreza el niño no juega. Sale a cirujear en el carro, trabaja como albañil, deambula por las calles pidiendo monedas. Porque el salvajismo y la violencia de la vía deshumaniza y les muestra la cara de la opresión, de la exclusión, de la no-vida. “Andá… Ustedes son zurdos que promueven el asistencialismo” se escucha por ahí (lo puse en palabras más suaves) Ni de derecha ni de izquierda, somos los de abajo, y vamos a empujar. La sociedad tiene que generar consciencia de que, lo que muchos disfrutan, a veces es a cuestas de otros.

Los chicos juegan, la gente mira. “¿Hacen esto todos los sábados?” aventura un vecino. También hay sacerdotes salesianos contemplando la escena. Son varios los que muestran un entusiasmo juvenil y se suman a las distintas actividades como un chico más. Bien saben que el oratorio representa, aunque sea,  tres horas de oasis en el desierto un día a la semana. Pero… ¿Cuántas vidas habrá salvado? ¿Cuánto sentido le habrá dado al sufrimiento?

Sólo Dios lo sabe. Porque como supo decir Oscar Romero, “somos profetas de un futuro que no es nuestro. Albañiles y no jefes de obra”. A pesar de esto, hay que ser consciente que no es lo mismo ver como se vive a medio metro de la vía, que vivir a medio metro de la vía y tener que coexistir a diario con tanto dolor. “Ellos son héroes de la vida” supo decir una maestra que consagró 33 años de trabajo con los más pobres.
El Oratorio es un ámbito de contención que debe promover mucho más que un momento de juego y de merienda, sino también una clara transformación social que encuentra sentido cuando se trabaja con el pobre y desde el pobre. Saber reconocer a los chicos que son víctimas del abuso sexual y de la violencia, trabajar en conjunto con la escuela y con el centro de salud son algunas de las tareas de las que debe ocuparse para cumplir su cometido enteramente. El Oratorio es un espacio que, ante todo, incluye socialmente. Un lugar de educación en valores  y en hábitos. Que se compromete con la vida de las personas.

El juego terminaba, cada Oratorio volvía a su espacio. En el aire se palpaba una alegría inmensa, unas ganas de vivir impresionantes. Y volvimos a caminar sobre la vía. Esta vez distinto a la ida. Los chicos cantaban, saltaban y gritaban alegremente. Transitaban sobre los rieles con la frente en alto. En ese clima de apertura, unos pocos oratorianos, por lo general tímidos y callados, se animaron a hacerle alguna que otra confidencia a los animadores. Se abrieron.  Demostraron que la cáscara de violencia, odio, desprecio es una mera fachada que deben armar para sobrevivir en un contexto como ese. El día se iba, los últimos vestigios de luz no eran percibidos ante la expectativa de recibir un huevo de pascua provisto por gente que acepta aliviar un poquito la cruz de los chicos. Es imposible que no acudan a la mente los recuerdos del día anterior. Donde el oratorio, junto a algunas mamás del barrio, realizó el Vía Crucis por la vía. Tan significativo, lleno de sentido…  Y tan transformador. En cada estación la cruz es convertida. Hay una vuelta de tuerca más a la exclusión, a la violencia, y los chicos lo entienden y lo expresan en gestos sencillos. Hay un compromiso de predicar esa cruz para que no haya más crucifixiones.

El día termina. Sumido en sus cavilaciones, el joven se da cuenta de que, poco a poco, el Oratorio está transformando el barrio. Los chicos esperan con ansias el sábado, preguntan por los que ya no están o por lo que ese día no pudieron ir. Hay un cambio significativo en el trato, en la actitud y en las acciones de los chicos. Realmente es posible que en medio de la mayor de las violencias, que es la pobreza, se pueda hacer un camino de santidad y de liberación. Desandando las últimas calles hacia la avenida, la mente se puebla de interrogantes, de pensamientos y de optimismo, pero también de impotencia. A unos metros la capilla de Santa Rita se hace visible y el joven, curiosamente, recuerda el día que llegó al barrio ya hace 5 años. No se imaginaba que una serie de eventos causales lo iban a ubicar en el Oratorio de  la comunidad de Luján. Y la escuela de la vida sigue dando cátedra en Ludueña.  


“La mayor violencia es la pobreza”.-

viernes, 17 de febrero de 2012

"El corazón siempre habla".

“Si me preguntas si me gusta tu compañia, la respuesta es si. Sin embargo, si quieres saber si puedo vivir sin ti, la respuesta tambien es si”.

Ya es de madrugada. Me percibo sólo frente a la inmensidad de una soledad aterradora. Tengo un duende dentro  que me presiona el pecho. Mis emociones están completamente anuladas. Lo único que es…  es la nada. Y al mismo tiempo esa nada es algo, porque lo es todo. Y ese todo es el que oprime y logra que contemple toda la creación bajo un velo de oscuridad. Suena de fondo “Awake my soul”. A nadie le interesa. Ni a mi. Me intuyo realmente molesto con la creación y me pregunto nuevamente si el mundo no nació equivocado… O si el equivocado soy yo.

Para Aristóteles el hombre era tal porque tenía la facultad de pensar, de razonar… Si, todo bien, pero si nos quedamos con eso, todo se va al carajo. Quizás el hombre sea hombre porque razona… Yo digo que el hombre es persona porque siente. Porque cubre el velo de la razón con algo más que palabras que surgen de la mente, sino con un nuevo lenguaje que parte del corazón y se traduce en amor. Y eso nos hace libres… Porque el camino mas rápido hacia la libertad es sentir los propios sentimientos. Me declaro harto de las actitudes de algunas personas. Indignado… “Si tuviera un Mauser” escribió Prodan… Aquellos seres, mezcla de “farsantes del Durlock” con la nueva estirpe de “libres pensadores” (como se autodenominan) y totalmente envueltos en el nihilismo propio de la actualidad. Seres vacuos que no se animan a… vivir. Porque, para ellos, el miedo de vivir esta vida es mayor a la felicidad que implica vivirla. Por eso prefieren esconderse bajo miles de caretas mostrando algo que, en definitiva, les gustaría ser pero no pueden lograrlo porque… ¡No se animan! ¿Porqué? Porque todo lo racionalizan… Todo lo piensan y prefieren PENSAR antes que SENTIR… Que distinto sería si se dejaran de pensar en la vida y se resolvieran a vivirla. Me declaro culpable de animarme a sentir… De dejar de pensar… De ser más humano que hombre por momentos y de darme cuenta que la grandeza de la creación no sería la misma si no existiera el lenguaje que va más allá de las palabras… El lenguaje del corazón.

En este momento, acabo de releer el último párrafo. Pensé en borrarlo, pero no… Considero que lo he escrito enojado pero aún así es una expresión que no deja de pertenecer al mundo de sentimientos en el que me desenvuelvo. Pero ahora me quiero referir a las personas que cada vez que salen al encuentro del otro, lo hacen con el corazón en la mano y la sonrisa en el rostro. Son aquellas personas que interpretan el lenguaje del corazón. Y el que aprende a descifrar ese lenguaje, aprende a descifrar el mundo. Porque, vuelvo a repetir, creo que el mundo entero es una vorágine de belleza que se ordena ante la contemplación de la misma bajo el amor. Y el amor utiliza el lenguaje del corazón. Lo curioso (y genial) que tiene el amor es que se descubre como aquella fuerza transformadora del mundo… Cuando amamos siempre queremos ser mejor de lo que somos. Por eso cuando reconozco personas que hablan el lenguaje del corazón intento permanecer a su lado… Y eso alimenta mis certezas. Certezas de que hay gente que quiere un mundo mejor… Gente que le interpela profundamente ver a alguien sufriendo… Gente que se anima a soñar… Que está constantemente en búsqueda sorteando tormentas y vientos huracanados… Gente que sabe por experiencia que ningún corazón jamás sufrió cuando fue en busca de sus sueños, porque cada momento de búsqueda es un momento de encuentro con Dios y con la Eternidad… Gente que… ¡VIVE! Y lo hace por el simple hecho de… animarse.

Me tengo que autoconvencer de darle la importancia que se merece al presente. El pasado ya es historia y no hay que usar la memoria como sofá sino como trampolín. Y el futuro no me pertenece. Somos profetas de un futuro que no es nuestro. Supongo que aquel que permanece siempre en el presente le resulta más fácil ser feliz… Disfrutando cada mísero y minúsculo segundo de la vida. Es tan simple… Y ese es el problema, es tan simple que se nos complica y se nos hace difícil apreciar lo sencillo y lo cotidiano. “No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños” dice el Maestro Walt. Y que no suene utópico. Porque no lo es. La utopía en realidad no existe porque todo es posible. Cuando deseamos algo con verdadera pasión y ese deseo proviene de la Naturaleza del Universo, que no puede sino pensarse como benévola, todo el Universo mismo conspira para que se cumpla.

Hoy en día siento que, poco a poco, empiezo a interpretar aquel lenguaje que va más allá de las palabras y que me devela el mundo tal cual es. Y a parar la oreja… Que el corazón siempre habla.-


"Hermanos y hermanas de otra sangre, de otro lugar, pero con el mismo corazón".

lunes, 9 de enero de 2012

"Chante Noire"

 
"Se puede vivir una larga vida sin aprender nada. Se puede durar sobre la tierra sin agregar ni cambiar una pincelada de paisaje. Se puede simplemente no estar muerto sin estar tampoco vivo. Basta con no amar, nunca, a nada, a nadie. Es la única receta infalible para no sufrir.Yo aposté mi vida a todo lo contrario".

Cada uno en su nube. Una metáfora que nos refleja como sociedad de masas. O podría decirse que nos indica que cada persona es una isla. Como si los hombres de hoy pudieran vivir solos, acompañados por una palmera, con la única esperanza de que algún barco aparezca en el horizonte.


Nube o isla, son también signos de tranquilidad, paz, silencio, calma… Signos que pueden ser positivos… o no. Quizás lleven al desencuentro con la otra persona. Esa carencia del otro, el que me acompaña, el que me da una mano, el que me interpela, pero me ayuda a superarme.


Se dice que cuando dos personas se quieren, se lastiman y se curan. ¿No es un contraste absurdo para la persona? ¿Una burda contraposición? Seguro que si… Pero, amigos… De eso se trata. De lastimarse y curarse, de hacerse bien y hacerse mal. Es lo que sucede también cuando nos abrimos a una nueva relación. El verdadero encuentro con el otro, profundo y eventual, nos muestra auténticos. Nos deja con el corazón abierto en la mano. Así quedamos expuestos a la decepción, a la falsedad, a la ridiculez. Como todas esas sensaciones nos causan miedo, tendemos a cerrarnos. ¿Quién quiere que lo lastimen gratuitamente?


Sin embargo, necesitados del otro, insistimos. Hay que rehusarse a que el miedo paralice. Seamos disidentes de esta logia de arlequines de la que se vale la trashumante sociedad en la que habitamos, la cual no deja de burlarse de aquellos que tienen miedo a comportarse como una gran masa, cuya dirección no puede ser otra que la autodestrucción del Ser-en-Otro. Insistamos frente a la voraz depresión que nos consume al darnos cuenta de que estamos quedando aislados en una isla o suspendidos en una nube eterna.


“¿Qué pasa en tu nube?” podría ser la primera línea de un diálogo. Iniciar esa ida y vuelta no implica sólo estar CON el otro sino también estar HACIA el otro. Escucharlo, no esconder, esperar. Para que esa comunicación sea recíproca voy a necesitar mucha aceptación del otro tal cual es. No tal cual SE MUESTRA, sino lo que su esencia completa en mí. Esto es lo más complicado. “Presumir del silencio”. Llegar a mi amigo, a mi compañera, al otro verdadero, supone conocerlo bien. Y es gracioso (irónicamente) y vano recurrir a palabras que no son nuestras y que parecen lindas, pero en realidad, suenan huecas.


Lo maravilloso de la creación reside en que el hombre es limitado, incompleto… Por eso vivimos junto a otros en comunidades, grupos, tribus…

“¿Qué ocurre hoy en mi nube?” Seguramente lo mismo que a muchos otros. Sacalo afuera, exprésate. Es innegable que a alguien, no tan lejano, le pasa lo mismo que a vos. Y quizás, en vez de enfrentar sólo el dolor, es posible descubrir que en la nube vecina alguien viene a sanar heridas.



"Pero un día descubrí que todavía podía hacer algo
 para estar completamente vivo antes de estar definitivamente muerto...
Entonces, me puse en movimiento".