lunes, 16 de diciembre de 2013

"Y lo reconocieron..."

Atardecía. Los últimos rayos de sol se filtraban por la puerta entreabierta del precario rancho. Josecito sólo tenía ojos para el libro que le habían regalado en la escuela el día anterior. Estaba tan distraído que ni se dio cuenta que uno de los gallos había entrado distraídamente, como quien no quiere la cosa, dentro de la vivienda. Abrió el libro en una página al azar y comenzó a leer pausadamente  mientras su papá entraba en el rancho y espantaba al gallo.

Era un relato un tanto corto e intrigante. Josecito estaba totalmente concentrado en la historia, le parecía fascinante. Al parecer se trataba de la historia de dos personas que caminaban tristemente de regreso a su casa y azarosamente (Josecito luego empezó a sospechar que el azar nada tuvo que ver) se encontraron con un hombre que empezó a caminar con ellos, escuchando su desazón ante la muerte de quien parecía una gran persona que ayudó a mucha gente. Desandaron el largo camino hacia su casa y una vez que llegaron, invitaron a su nuevo compañero de viaje a comer y a pasar la noche. Josecito pensó que era una actitud un tanto imprudente ¿invitar a alguien que conociste hace un par de horas a pasar la noche en tu casa? No, señor. Hacer eso en su barrio era una locura. Siguió leyendo. Los personajes se sentaron a comer y cuando el invitado tomó el pan… Josecito entornó los ojos para poder leer mejor pero aquella parte del libro estaba mal impresa. No podía distinguirlo con claridad.
Notablemente molesto llamó a su papá.

-          ¡Paaá! Vení… - lo llamó acongojado.

      - ¿Qué pasa Pepe? – le preguntó este mientras terminaba de secarse las manos.

-          Mirá, acá hay algo que no entiendo ¿qué dice?

El papá tomó el libro que le ofrecía Josecito. Antes de intentar leer las líneas se fijó en la tapa para ver de qué se trataba.

-          No sé, está mal impreso, fíjate. Lo único que llego a leer dice “y lo reconocieron…” y ahí se pone todo borroso. La verdad que ni idea.

Josecito tomó el libro y releyó la frase. “Y lo reconocieron…” Se quedó pensando un rato largo mientras miraba hacia afuera. Contemplaba la tierra de su pequeño patio, los ranchos vecinos y algún que otro personaje que caminaba por las calles. Luego fue a buscar un lápiz y garabateó rápidamente unas palabras, las miró satisfecho y sonriendo dejó el libro abierto arriba de la silla.


El padre, curioso, había asistido a la escena con la intriga a flor de piel. Se acercó donde estaba el libro para leer la frase completada por su hijo: “y lo reconocieron al pisar el barro”. 


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