"La ilusión es la hermana menor del desengaño" decía el poeta Oliver Holmes. No fue la excepción. El día parecía no empezar de la mejor manera. La cacofonía proseguía esta vez justo debajo del edificio. Los instrumentos completamente desfasados uno de otro en una oda a la incompetencia. Y llegó el momento que me indigné. Silencio. Más silencio y de repente...
"¿Cómo es el ritmo?". "Ah, es fácil: negra,negra,semicorchea,corchea,negra". Esperé que el final de la frase fuera acompañada de una risa o algo similar, pero no. Silencio. Más silencio. Claro, ¿para qué romper el silencio cuando no tenés nada mejor que decir? Y de pronto, tímidamente se vuelve a iniciar el ruido. Euterpe (musa de la música) se debía estar dando azotes con su flauta procurando que el dolor le impida oír semejante negación musical.
"¡Esta es la barra de segunda!" graznaba la multitud interruptora de sueños. Una oleada de preguntas acudió a mi mente. ¿Porqué a esta hora? ¿Estos chicos tienen padres? ¿Estos padres, son idiotas?
Hipótesis 1: Pibe: "Mamá me voy al colegio a hacer ruido con los chicos". Madre: "Ay ¿puedo ir con vos?
Hipótesis 2: Pibe: "Mamá me voy al colegio a hacer ruido con los chicos". Madre: "Zzzzzz..."
Hipótesis 3: Pibe: "Mamá me voy al colegio a hacer ruido con los chicos". Madre: "¿Pero no vas a molestar a los vecinos?" Pibe: "Si, yo que sé..." Madre: "Bueno andá".
Es todo una cadena de preocuparse sólo por lo que sucede en el metro cuadrado móvil en el que habito. Que mal acostumbrados que estamos. En fin, media hora después la horda salvaje decidió tomar otros rumbos que no habitaban mi campo auditivo y antes de entregarme al descanso total pensé que por un instante, sólo por un momento, había dejado de tener en cuenta lo que sucedía en mi metro cuadrado móvil. Por eso se salvó mi maceta.
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